lunes, 26 de mayo de 2008

Viaje en penumbras

Los noticieros anuncian el peor día del humo , así es. Se recomienda no salir de casa, no hacer ejercicio físico; y yo que a las once de la mañana curso el teórico de Derecho. Imposible no salir, y lo del ejercicio ya está hecho desde el momento que me despierto el sábado 8.30 de la mañana y salgo a correr el colectivo por la calle porque nunca lo alcanza a tiempo. No hay caso, por más que lleve agendas y anotadores, es imposible recordar los horarios del transporte.
No sé como describir lo que veo; la ciudad desapareció entre penumbras, me cuesta respirar, por un momento pienso qué culpa tengo yo en este conflicto entre gobierno y ruralitas incendiarios … Pero aquí estoy como todos, el humo se metió hasta en el ropero, y ahora en la autopista tengo miedo y no exagero. El colectivo va despacio pero igual todo parece inestable.
Miro por la ventanilla y de repente veo a mi hijo ya adulto, yo ya soy una anciana, hay humo en todas partes, pero ya nadie parece notarlo. Las personas caminan por la calle con una extraña máscara en sus rostros. Es imposible reconocer una de otra, aquellas máscaras los cubre por completo. Llego a la parada, tengo que bajar en la plaza, pero ella ya no estaba ahí, en su lugar solo un terreno vacío, sobre el suelo yacen los árboles carbonizados. Tengo ganas de gritar, pero no tengo oxigeno para hacerlo; soy la única que no lleva aquella máscara. Cierro los ojos y los vuelvo a abrir en el colectivo. Ya casi estamos llegando, respiro aliviada, sí, respiro el humo aliviada … Mi futuro apocalíptico era sólo una ilusión. Este humo quizás dure unas horas mas, pero ya veo la plaza (y sus árboles) donde me tengo que bajar.

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