lunes, 25 de agosto de 2008

Edgardo

Cualquier momento es bueno, siempre las palabras nos llevan a un mismo lugar, es como un horizonte que nos mantiene conectados …

Pasaron muchos días, diría meses, desde que sentí esas ganas de hacer algo, algo más; y el momento en el que me crucé con Edgardo.
Acabamos de acordar el próximo encuentro, Edgardo se va y me quedo pensando.
Me preguntaba constantemente si es el mismo compromiso el que puede unir a dos generaciones … no lo se. Edgardo llegó un día a mi trabajo, yo estaba acompañando a Lore, (y prefiero llamarla por su nombre antes que decir “conteniendo a una menor”) el venía representando a un organismo de control, Lore y yo teníamos mucho temor y varios prejuicios sobre ese “inspector” que se haría presente en cualquier momento.
Varios minutos después todas aquellas ideas se derrumbarán sobre la figura de aquel hombre robusto, de pelo blanco, que terminó hablando de literatura con esa menor a la que venía a auditar.


Nunca dijiste quién eras, a qué te dedicabas, solo hiciste sentir a esa nena como una princesa a la que todos queríamos proteger.

No es fácil comenzar a transitar el camino de la militancia en el siglo veintiuno, la política está demasiado bastardeada y lo social se confunde con beneficencia. Pero militar por los niños, trabajar, no solo por ellos, sino con ellos, también es una decisión política. Un modo de acción.
Edgardo sabía de esto, sin embargo tardó mucho en decirlo. Nunca antes me había hablado de su pasado, nunca antes había mencionado sus luchas anteriores.
Con sus 55 años, su rostro lleno de esperanza, y sus comentarios ácidos, Edgardo lleva mas de treinta años de militancia, yo tan solo varios meses: no sé lo que fue vivir los tempestuosos días del Proceso, no se como era Cuba antes de convertirse en una isla turística por doquier, no se de qué se trata un exilio.
Sin embargo sé lo que es ser joven en los tempestuosos días de hoy, pertenezco a la nueva generacion de jóvenes desaparecidos en su propio universo, en la individualidad y el egoísmo, sé lo que sentir el exilio en la propia tierra, porque aquí hay pibes que están exiliados del país en la Plaza Constitución.

La tierra prometida para los europeos de posguerra hoy escupe niños en cualquier esquina de la ciudad .

Comenzamos a charlar sobre el viaje, y paradójicamente comento “ese” viaje. El viaje que es mezcla de aventura, exilio, compromiso político e introspección al mismo tiempo. Un viaje que construye a alguien, un viaje que termina de pulir a alguien, una puerta que muestra otro camino: inexplorado, totalmente peligroso, pero otro.
Edgardo tenía casi mi misma edad cuando se fue a Cuba por razones política, tenía un hijo de tres años, un trabajo como cualquier cristiano. Tenía inquietudes, sabía hacia donde disparar sus actos. Pero también era un joven, también tenía contradicciones, también sentía miedo. Y ahí es donde encuentro la conexión, ahí es donde entiendo porque Edgardo repite con frecuencia - Te imaginas Belén ¿no?
La década del setenta estuvo marcada a fuego por una generación que pensó en la lucha armada como única estrategia de conseguir objetivos que significaran un cambio en las condiciones de su pueblo. Esta juventud, se organizó y salió a dar pelea. Pero en el medio entre la guerrilla y los “civiles communes” había miles de jóvenes que pensaron una batalla de ideas, o que simplemente alguna vez mencionó alguna preferencia política. Y aquí es donde el Proceso de Reorganización Nacional dió su gran batacazo, desmoronando no sólo lo que ellos llamaron la gran amenaza subversiva, sino aplacando cualquier intención de pensar distinto, “estaba prohbido decir, y hasta sentir”.
Edgardo tuvo que viajar por varios países para poder contarme su viaje cotidiano, Yo tuve que viajar por mi propia ciudad para encarar el viaje de mis ideas. Nos separan los años y las épocas de militancia. Edgardo medita más sus movimientos, pero sigue siendo un arriesgado.
No solo hay distancia entre nosotros también hay puntos de contacto, y son muchos. Hoy estamos encarando juntos un proyecto nuevo para la niñez, yo desde la inexperiencia, pero con profunda convicción; el desde sus viajes ya recorridos, pero cargado aún de esperanza.


No pensamos en el destino sino que apuntamos a disfrutar el recorrido.

Edgardo me enseña con sus palabras y sus carcajadas, pero no se porqué siento que él también aprende cuando me escucha.

No hay comentarios: